LLOVIZNA DE SILENCIO
¡Que hay
en tu cielo que no veo?
¿Qué hay
en tu risa que no entiendo?
¿Qué hay
en tu silencio...que tropiezo con el?
I
Como el ciclo de la vida,
como la
tarde cae
y el
viento sopla,
comprendo
tu silencio.
Perdido en tu mirada
el calor de tu piel
desvanece
misterios.
Imagino tu arena
y
bronceado de sol
vuelvo
a tu fuego.
Y en el
invierno...
en esos
largos días,
con
rapsodias de ti
acaricio
mis sueños.
Vierto mi soledad
en la
esperanza,
en la
luz de tus ojos.
Imagino tu mundo
excluyente,
eternamente
tuyo.
Tu prisa postergada
me
invita a caminar,
a leer
tu cielo
con
alfabeto de estrellas.
II
Sobre
la noche,
el
brillo de la luna
espera
inerte,
La vida
surge
entre
dolor y llanto,
la
madre duerme.
Despunta
el alba,
el
destino se viste,
el niño
calla.
III
Tu
mirada
desbordó
la distancia
esa
tarde estival,
te
fuiste
buscando
primaveras
y el
otoño sorprendió
tus
ilusiones.
La luna
me habló de ti,
las
sombras te dibujaron
con
esquirlas de luz.
Aún te
espero.
Vislumbro
el horizonte
como un
dosel discreto
que
cubre el sitial
de la
esperanza.
El
invierno vendrá...
tú
vendrás como el cierzo,
regresarás
cubierta
con el manto nocturno
de mis
sueños.
IV
No es
posible
ver el
mar
sin
recordarte.
Profundo
y trémulo
guardando
tempestades.
Todas
las tardes
me
gusta platicar
contigo.
duermo...
para
soñarte.
camino
junto a tí
mirando
el horizonte.
No es
posible
ver el
mar
sin
recordarte.
V
Otra
vez acudí a la cita,
la
tarde era diferente,
el sol
guardaba sus destellos,
la
marea extendía
sus
brazos ondulantes,
escuchaba
su queja dolorosa
desde
la roca más alta,
percibía
en su lamento
la
súplica leve
de un
cetáceo perdido.
La
espiral
de la
imaginación
me
permitió fluir
entre
un cardumen
de
sueños.
Contemplé
la
profundidad del mar,
un mausoleo
cubierto
de plancton
y
olvido,
pude
sentir
la
caricia del deseo,
el
silencio
de sus
mustios habitantes
y un
placer misterioso,
que
entre polvo de estrellas
te hizo
renacer.
VI
Al
conjuro del mar
la
madrugada
juega
descalza,
el
piélago despierta,
su risa
desenfrenada
entrelaza
inquietudes.
Todo
fluye
cuando
la inmensidad
me
abraza,
arrojo
la mirada
al
infinito
y
maquillo tu rostro
con
oleaje.
De
frente a la borrasca
eres la
profundidad,
la
frescura del viento,
el
cálido sosiego
que
transmuta
mi
espíritu
hacia
ti.
De
frente a la borrasca
la
tempestad es brisa,
es
volátil recuerdo
que nos
convierte
en mar,
en tiempo,
en
citereo horizonte...
llovizna
de silencio.
Lourdes Marín de Muñoz