jueves, 23 de mayo de 2013

POEMA LLOVIZNA DE SILENCIO





LLOVIZNA DE SILENCIO


¡Que hay en tu cielo que no veo?
¿Qué hay en tu risa que no entiendo?
¿Qué hay en tu silencio...que tropiezo con el?


 

I

Como el ciclo de la vida,
como la tarde cae
y el viento sopla,
comprendo tu silencio.

Perdido en tu mirada
 el calor de tu piel
desvanece misterios.

Imagino tu arena
y bronceado de sol
vuelvo a tu fuego.

Y en el invierno...
en esos largos días,
con rapsodias de ti
acaricio mis sueños.

Vierto mi soledad
en la esperanza,
en la luz  de tus ojos.

Imagino tu mundo
excluyente,
eternamente tuyo.

Tu prisa postergada
me invita a caminar,
a leer tu cielo
con alfabeto de estrellas.

II

Sobre la noche,
el brillo de la luna
espera inerte,


La vida surge
entre dolor y llanto,
la madre duerme.

Despunta el alba,
el destino se viste,
el niño calla.

III

Tu mirada
desbordó la distancia
esa tarde estival,
te fuiste
buscando primaveras
y el otoño sorprendió
tus ilusiones.

La luna me habló de ti,
las sombras  te dibujaron
con esquirlas de luz.

Aún te espero.

Vislumbro el horizonte
como un dosel discreto
que cubre el sitial
de la esperanza.

El invierno vendrá...
tú vendrás como el cierzo,
regresarás cubierta
 con el manto nocturno
de mis sueños.

IV

No es posible
ver el mar
sin recordarte.

Profundo y trémulo
guardando
tempestades.

Todas las tardes
me gusta platicar
contigo.
duermo...
para soñarte.
camino junto a tí
mirando el horizonte.

No es posible
ver el mar
sin recordarte.

V

Otra vez acudí a la cita,
la tarde era diferente,
el sol guardaba sus destellos,
la marea extendía
sus brazos ondulantes,
escuchaba su queja dolorosa
desde la roca más alta,
percibía en su lamento
la súplica leve
de un cetáceo perdido.

La espiral
de la imaginación
me permitió fluir
entre un cardumen
de sueños.
Contemplé
la profundidad del mar,
un  mausoleo
cubierto de plancton
y olvido,
pude sentir
la caricia del deseo,
el silencio
de sus mustios habitantes
y un placer misterioso,
que entre polvo de estrellas
te hizo renacer.


VI

Al conjuro del mar
la madrugada
juega descalza,
el piélago despierta,
su risa desenfrenada
entrelaza inquietudes.

Todo fluye
cuando la inmensidad
me abraza,
arrojo la mirada
al infinito
y maquillo tu rostro
con oleaje.

De frente a la borrasca
eres la profundidad,
la frescura del viento,
el cálido sosiego
que transmuta
mi espíritu
hacia ti.

De frente a la borrasca
la tempestad es brisa,
es volátil recuerdo
que nos convierte
en mar, en tiempo,
en citereo horizonte...
llovizna de silencio.

Lourdes Marín de Muñoz

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