sábado, 13 de enero de 2018

LA COINCIDENCIA DEL COLOR

Por: Lourdes Marín de Muñoz


Mi padre es un hombre bueno, un hombre como todos, con problemas; pero de una nobleza extrema y una honestidad absoluta.  La fe siempre lo caracterizó y las noches tan sólo eran paréntesis para el milagro del día siguiente. Nunca conoció a sus padres, quizás por ello demostró un amor desmedido a su familia, y aunque sumamente rígido, en medio de las limitaciones, complacía constantemente a sus nueve hijos.

Yo tenía once años; lo acompañé a un viaje de trabajo a la ciudad de México.  Después de la visita a sus clientes, como era costumbre, acudimos a saludar a la Virgen de Guadalupe.  Al terminar el día, degustamos un buen atole, gran variedad de tamales y  la pregunta que tanto nos agradaba escuchar, no se dejó esperar...”¿y ahora, que quieren?, escojan algo”. Un suéter color rosa mexicano, de cuello alto me guiñó el ojo desde un puesto instalado en el atrio de la Villa; con gran satisfacción mi padre pagó la prenda y me la entregó sonriendo. Día tras día, con frío o calor, en la escuela o en la casa, por mucho tiempo lo lucí orgullosa.

Han pasado cuarenta años.  Los nietos llegan, acudí a conocer a la primera, al llegar  me obsequiaron una bufanda. Recordé la sonrisa de mi padre. Entre pañales, biberones y llanto, la constante del color tiñó mis días.  El otoño murió y el invierno desplegó su alfombra blanca. El momento de partir era inminente.  Tomé mi equipaje, las lágrimas humedecieron mi bufanda, Anna María, mi continuación me sonrió, y me alejé cortejando la maravillosa idea de ser abuela.

Voy de regreso a casa, durante el viaje me percato que estoy vestida de rosa mexicano, el tono alegre me induce a cuestionar con sutileza la elección de mi atuendo. Quizás lo decidí por vanidad, quizás por cortesía, o quizás porque al ser abuela, mi padre quiso recordarme lo mucho que me amaba.






miércoles, 10 de julio de 2013

ALICIA ALONSO, UN ALMA SUSPENDIDA EN LO INFINITO



ALICIA ALONSO, UN ALMA SUSPENDIDA EN LO INFINITO

Por: Lourdes Marín de Muñoz

 “No me sentaré a esperar la muerte.
Espero la vida y lucho por ella”
Alicia Alonso

Nacida en La Habana, Cuba, el 21 de diciembre de 1920, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo,  es considerada como una de las más grandes bailarinas y coreógrafas. Toda  una leyenda dentro del Ballet. Famosa por sus representaciones de Gisselle y Carmen, además de otras grandes obras del repertorio clásico y romántico.  Es uno de los grandes mitos en la historia de la danza.
Comenzó a bailar muy pequeña en Cuba. inició formalmente sus estudios en 1931 en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical con el nombre de Alicia Martínez, después de casarse con Fernando Alonso cuando tenía quince años, adoptó su apellido.  Se traslada a  Estados Unidos y continúa su formación con Enrico Zanfretta, Alejandra Fedórova y destacados profesores de la School  of American Ballet,  donde se convirtió en una de las bailarinas más destacadas. Posteriormente ingresa al American Ballet Caravan, antecedente del actual New York City Ballet y se incorpora en 1940 al Ballet Theatre of New  York. 
A partir de 1942, Alicia sufre una ceguera progresiva que no logra apartarla por completo de su actividad.  Sus compañeros tenían que estar siempre en el lugar exacto donde ella esperaba que estuviesen y utilizaba luces en sitios diferentes del escenario para que la guiaran.  Esta enfermedad la redujo a la inmovilidad total y a la oscuridad, pero no le impidió seguir en la danza, ni disfrutar de las bellezas que al cerrar los ojos se volvían realidad. Trabajó intensamente con la mente en sus coreografías y dieciocho meses  más tarde, gracias a la atención, cuidados médicos y responsabilidad propia, logró su recuperación total.
Ha recibido innumerables premios, reconocimientos y fue investida como Doctora Honoris Causa, entre otras instituciones, por la Universidad Politécnica de Valencia el día 6 de mayo de 1968, destacando el Rector Julián Abril Ordiñaga en su Laudatio,  que ningún artista, puede carecer, al menos, de tres cualidades,  “sensibilidad”, “capacidad de trabajo” y “modestia”. Y agregando, que además de éstas Alicia Alonso poseía muchas más,  lo que la convertía en un ser excepcional.
Su tenacidad y talento fueron el binomio perfecto para llegar a la cima. Cuando sus oídos escuchaban música, su cuerpo bailaba, se deslizaba enajenada hacia la cúspide de la inspiración. Era “música encarnada” como decía Eliseo Diego. El arte  habitaba en ella, en su familia que tanto la apoyó. La sensibilidad artística de su madre y la afición de su tía Alicia por el teatro y la música fueron determinantes en su carrera. Al detectar la capacidad y talento de la niña,  se preocuparon por canalizar ese potencial y le brindaron ampliamente la educación formal que requería.  
En 1948 funda en Cuba en compañía de su esposo,  el Ballet Alicia Alonso y reorganiza el actual Ballet Nacional de Cuba. Transmite con dedicación y esmero todos sus conocimientos y coloca a esta compañía en un privilegiado a sitio  internacional. La ortodoxia de la danza dictaba un prototipo corporal para bailarines demasiado rígido y estilizado. Gracias a ella se logra una apertura  que permite participar en el ballet a grandes bailarines con características corporales diferentes, lo cual la proyecta como un ser humano equitativo y con una admirable visión incluyente.
Sin ambiciones protagónicas, Alicia Alonso trabaja sin descanso,  consciente de que la excelencia no es más que la consecuencia del trabajo. Su nombre, considerado y reconocido como uno de los más prestigiados en la danza, jamás fue obstáculo para abandonar el magisterio, denotaba un placer muy especial por transmitir a las promesas del ballet sus experiencias, conocimientos y proyectos. Su vida ordenada, su trabajo eficaz y su fuerza espiritual  le permitieron transcender,   dejando a su paso una estela de luz. 
Mario Cremata Ferrán, estudiante de periodismo,  le realizó una entrevista a esta prestigiada bailarina preguntando lo siguiente:
“Decía Isadora Duncan que la bailarina debía “posarse en la tierra con la naturalidad de un rayo de luz”. Nuestra Dulce María Loynaz iba más allá cuando alababa a la auténtica “bailarina”, capaz de alcanzar lo que ningún otro artista, ni siquiera poeta: convertirse en una luz que se desprende de su propio foco, de su materialidad, de su carne, para vivir unos instantes sin asirse a nada. ¿Cuál es el misterio de esa luz que solamente a Alicia, todavía, le es dable irradiar?”.
Especialmente relevante resulta su respuesta, enfatizando precisamente su interés por transmitir y compartir su talento:
“Primero, tengo que agradecer que se me vea de esa forma, lo cual me deja pensativa y hasta preocupada, por la responsabilidad de no defraudar a una forma tan bella de apreciar mi arte. Le aseguro que si esa irradiación existe, no es consciente ni voluntaria. Si fuera un secreto, dominado por mí, tendría en mi mano la maravilla de poder transmitirlo a los demás”.
Alicia Alonso hablaba con el cuerpo, suavizaba la música, sus emociones eran transmitidas como biorritmo de dioses. “Nunca te imites a ti mismo” decía, “la vida siempre es una primera vez y hay que vivirla, el arte es eterno y el arte es sentir, transmitir, trascender”.
El respeto y autoridad que Alicia ha ganado en su carrera le brinda la oportunidad de ser escuchada. Protesta contra la violencia y el dolor, el ballet cubano va por el mundo como embajador, proponiendo de manera pacifica lo que hoy,  más que nunca necesitamos, fomentar el arte.
Sus palabras exquisitas, su ejemplar conducta y su innegable conocimiento, no se comparan con el don supremo que la danza le otorgó. La danza es vida, sentimiento y pasión. La danza es la expresión humana, es la conversación con Dios, y si la danza es oración, entonces, Alicia Alonso es sin lugar a dudas, la contemplativa más piadosa y el ser más extraordinario que alberga en su existencia, el secreto mismo de la auténtica belleza.

UN SALUDO A MIS AMIGOS

Buenos días: Hoy recuerdo que tengo un blog, normalmente no acostumbro visitarlo porque apenas estoy aprendiendo, pero muchas gracias a todos los que me han visitado y quiero que disculpen mi inexperiencia en este asunto.

Bonito día...


jueves, 23 de mayo de 2013

TE RECUERDO JUAN RULFO



TE RECUERDO RULFO

Escucho la musical lluvia que afuera diluye las nubes. Leyendo “Es que somos muy pobres” de Juan Rulfo me relajo y la obsesión de síntesis se desvanece, disfruto del lenguaje coloquial que el autor utiliza para describir su relato campirano.   La magia va delineando sucesos y cubre a los personajes; los convierte misterio. Descubro su mensaje, me convierto en cómplice, la empatía persevera en el relato, soy un poco de todos, paladeo la pobreza, la inundación encharca mis sentidos, me subo a la barranca para ver desde ahí a la gente, la corriente lo ha hurtado todo, lleva también un caudal de angustia, de desesperación y de tristeza…desde ahí soy parte del paisaje, escucho el llanto de la Tacha augurando, al perder su vaca, su destino fatal…pero también percibo en esa resignación un poco de esperanza…”ojalá al becerro no se le haya ocurrido pasar el río detrás de su madre…” y concluyo que en las peores circunstancias siempre podremos escuchar música en las nubes…aunque éstas ya no existan.

LOURDES MARIN DE MUÑOZ



POEMA LLOVIZNA DE SILENCIO





LLOVIZNA DE SILENCIO


¡Que hay en tu cielo que no veo?
¿Qué hay en tu risa que no entiendo?
¿Qué hay en tu silencio...que tropiezo con el?


 

I

Como el ciclo de la vida,
como la tarde cae
y el viento sopla,
comprendo tu silencio.

Perdido en tu mirada
 el calor de tu piel
desvanece misterios.

Imagino tu arena
y bronceado de sol
vuelvo a tu fuego.

Y en el invierno...
en esos largos días,
con rapsodias de ti
acaricio mis sueños.

Vierto mi soledad
en la esperanza,
en la luz  de tus ojos.

Imagino tu mundo
excluyente,
eternamente tuyo.

Tu prisa postergada
me invita a caminar,
a leer tu cielo
con alfabeto de estrellas.

II

Sobre la noche,
el brillo de la luna
espera inerte,


La vida surge
entre dolor y llanto,
la madre duerme.

Despunta el alba,
el destino se viste,
el niño calla.

III

Tu mirada
desbordó la distancia
esa tarde estival,
te fuiste
buscando primaveras
y el otoño sorprendió
tus ilusiones.

La luna me habló de ti,
las sombras  te dibujaron
con esquirlas de luz.

Aún te espero.

Vislumbro el horizonte
como un dosel discreto
que cubre el sitial
de la esperanza.

El invierno vendrá...
tú vendrás como el cierzo,
regresarás cubierta
 con el manto nocturno
de mis sueños.

IV

No es posible
ver el mar
sin recordarte.

Profundo y trémulo
guardando
tempestades.

Todas las tardes
me gusta platicar
contigo.
duermo...
para soñarte.
camino junto a tí
mirando el horizonte.

No es posible
ver el mar
sin recordarte.

V

Otra vez acudí a la cita,
la tarde era diferente,
el sol guardaba sus destellos,
la marea extendía
sus brazos ondulantes,
escuchaba su queja dolorosa
desde la roca más alta,
percibía en su lamento
la súplica leve
de un cetáceo perdido.

La espiral
de la imaginación
me permitió fluir
entre un cardumen
de sueños.
Contemplé
la profundidad del mar,
un  mausoleo
cubierto de plancton
y olvido,
pude sentir
la caricia del deseo,
el silencio
de sus mustios habitantes
y un placer misterioso,
que entre polvo de estrellas
te hizo renacer.


VI

Al conjuro del mar
la madrugada
juega descalza,
el piélago despierta,
su risa desenfrenada
entrelaza inquietudes.

Todo fluye
cuando la inmensidad
me abraza,
arrojo la mirada
al infinito
y maquillo tu rostro
con oleaje.

De frente a la borrasca
eres la profundidad,
la frescura del viento,
el cálido sosiego
que transmuta
mi espíritu
hacia ti.

De frente a la borrasca
la tempestad es brisa,
es volátil recuerdo
que nos convierte
en mar, en tiempo,
en citereo horizonte...
llovizna de silencio.

Lourdes Marín de Muñoz